miércoles, 18 de febrero de 2009

ALQUIMISTA DE ILUSIONES


Aun a riesgo de que me regañen por mi síndrome de Diógenes he decidido que hoy copio y pego esto porque he empezado el día con afonía de dedos (esto significa que me he desinflado y se me han quitado las ganas de escribir y de hablar, aunque no de vivir) y como la cosa no ha sido para tanto y ya me estoy levantando, y para que no me reclamen la entrada de hoy, que tengo un público muy exigente, pues os planto esto…

Es algo de hace casi un año, que estaba por ahí guardado y que nadie más que yo había leído y leído, hasta casi aprenderlo de memoria. Fue algo que me hizo sentirme la reina del mundo unos cuantos días hasta que descubrí que “EL ENCANTO DEL LENGUAJE SE DESVANECE CUANDO SE ADVIERTE LA INTENCION DE SU MANEJO”


Va dedicado a ti, alquimista de ilusiones.


Son las seis y media de la tarde, con el sol ya a media asta que indica y a ratos parece empujarme, hasta un antiguo pueblo sureño hoy ya agregado y convertido en ciudad capitalicia. Rotas las fronteras geográficas, desechos los esquemas de lo conocido y tensa la intuición que preludia la batalla, me conduces por un pasillo estrecho, solitario, de recortes granadinos, hacia la entrada de tu hogar. Es joven, firme, delimitado, atrayente: es fácil caer rendido en él sin sexo. Es fácil imaginarse verse despertando tras diez horas de sueño y levantarse sin el menor desconcierto que apunte: -¿Qué hago aquí?. Las paredes escuchan sin querer cansarse de nuestros momentos, arrobadas por la delgada y fina línea de inclementes velas que han decidido no apagarse, tal vez confiando en competir con aquel sol esquivo que ha decidido dejar de espiarnos, tal vez pensando que no tardaríamos tanto. Encendida la furia, te conduzco, me llevas; me defiendo, tú atacas; lamento por momentos haberme defendido: me rindo, caes rendida conmigo. Y las velas, impávidas, nos sonríen haciendo eses desde las llamas que han pretendido alumbrar nuestros cuerpos: se muestran confidentes, prudentes con que nos hallamos sumergido entre las telas de tu cama: nos dejan un espacio íntimo. A cambio yo les cedo un guiño y afloro de la lámpara una tenue luz que nos espie sin desvelarnos. Es un sueño.Tendidos en la cama, yacen nuestros deseos completos, tranquilos, satisfechos. Huele a suavidad, a ternura, a bondad clandestina. Me convierto en alquimista de ilusiones: recreo cómo será tu vida diaria, te imagino leyendo, enjabonándote en una de esas apacibles noches, espolvoreando tu cuerpo sobre el coqueto sillón mientras ves una película. Todo huele a serenidad, tal vez el idealismo que haga que me equivoque, que olvide una vida ajetreada de trabajo, cansancio, pero... qué importa!El tiempo vuela, disfruto al máximo la ocasión, la aprehendo, intento preservar cada uno de los olores que como sinfonía me han acompañado, mesándolos con las aletas de la nariz. Todos ellos hacen que en mi se produzca una expectación tranquila, un momento de máxima atención relajada. He de irme, se evapora el tiempo, tal vez este mismo hecho haga que cada uno de los incesantes segundos que se turnan para ir agotándose de placer sean tan especiales y sobrevalorados, son esencia de conocimiento.Voy sereno hasta mi casa, arrastrando una especie de descanso mental que nubla mis preocupaciones y hasta en lo que me ocupo, aturdimiento.[…]. Son sueños de imágenes que parecen de ensueño, son fotogramas que te reflejan […] es la regresiva tempestad que sobreviene a la calma, así como la calma lo hace con la tempestad. O más llanamente que todo eso, has sido tu, que has venido a recordarte y a que te recuerde y enviarte un mensaje. Has venido como espíritu sonámbulo a saldar esa deuda

2 comentarios:

ynosek(+)kontarte dijo...

ay casiopea .... ay ay ay ....

a dejar prontito la afonía de dedos eh????

muchos besos.

Duncan de Gross dijo...

Mmmm, existe ese libro (Alquimista de Ilusiones) Casiopea?